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El placer de saborear un plato tradicional en una mesa de camilla con una copa de candela

Ani introduce un brasero en una de las mesas del salón prinicipal.  // CharryTV

Ani introduce un brasero en una de las mesas del salón prinicipal. // CharryTV

Venta El Polvorilla era la casa familiar y se ha convertido en el hogar de miles de clientes que han pasado por sus instalaciones desde hace más cuatro décadas

24 Mar 2025 - 09:46 // Charry TV Noticias

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Han llegado a atender a más de 150 personas un domingo, aunque se pueden realizar celebraciones con más 300 comensales.  // CharryTV
Han llegado a atender a más de 150 personas un domingo, aunque se pueden realizar celebraciones con más 300 comensales. // CharryTV

Remedios junto a sus hijos y un busto con el rostro de su marido.  // CharryTV
Remedios junto a sus hijos y un busto con el rostro de su marido. // CharryTV

Ofrecen platos tradicionales y caseros.  // CharryTV
Ofrecen platos tradicionales y caseros. // CharryTV

Paloma González

“La venta se llama El Polvorilla porque mi padre era una persona muy inquieta, muy nerviosa y muy rápida”, explica Ani Sánchez. Naturales de El Gastor, Antonio y su mujer Remedios abrieron el negocio en la Partida de los Morales de manera casi casual.

“Vinimos porque mi marido iba a hacer una obra y a mí esto me gustó mucho. Al principio pensamos en comprar un pisito en Ronda, de hecho, habíamos dado hasta la entrada, pero nos dijeron que se vendía un trocito de tierra y nos instalamos aquí”, recuerda Remedios frente a la chimenea del gran salón.

Así, en 1977 comenzaron a construir lo que hoy se ha convertido en el sustento económico de toda una familia.

“Nosotros abrimos como venta en 1981, justo cuando llegó la Legión a Ronda. Todos venían a comer aquí y yo veía a mi hija muy bajita entre los sombreritos de los muchachos. Les queremos mucho a todos ellos”, asegura Remedios.

Ese gran salón se ha convertido en un museo, una gran sala de recuerdos de Ani, de su padre ya fallecido, de su hermano Antonio y de muchos amigos de la familia. Una de sus principales características son sus mesas. “Aquí todas son de camilla, con su tarima, su paño y su copa, que eso no puede faltar. Ayer vino un cliente asiático y lo primero que nos pidió fue, lo que el llamó, el calentito”, señala Ani.

En los fríos días de invierno, el brasero, ese elemento tan tradicional y tan poco frecuente en la actualidad, es esencial. Literalmente ha sido su casa y esa esencia se también se mantiene en la cocina. Los platos estrella son los callos y el conejo al ajillo. Da igual si es verano o invierno. A eso hay que añadir las migas, el potaje, el pollo al ajillo, los filetes en salsa o la ensaladilla, además del gazpacho en los días de calor y sus postres caseros, entre una amplia variedad.

“Aquí se prueba todo, se cocina en el día y si no nos gusta a nosotros, no sale. La verdad es que me considero una afortunada porque el trabajo que hago me gusta mucho e intento transmitirlo siempre al cliente. Siempre he tenido de no estar a la altura, pero estoy muy agradecida con el cariño que recibo y me llena de orgullo que la gente siga viniendo y confiando en nosotros”, afirma Ani.

Los domingos, el día fuerte para ellos, han llegado a atender a más de 150 personas, aunque tienen capacidad para más de 300 entre el salón principal, la zona de la barra y la terraza.

Como todos los negocios, han tenido época peores y mejores. Eso sí, con la simpatía, la fortaleza y la energía que le caracteriza, Ani prefiere quedarse con lo bueno. De hecho, reconoce que es igual “de apretada” que su padre.

“Mi padre cogió dos bodas el mismo día. Cuando nos dimos cuentas, los novios ya habían repartido las invitaciones. ¿Qué podíamos hacer? Como era en agosto, a él se le ocurrió acondicionar un terrenito que teníamos al lado, que ahora ocupa la casa de mi hermano, y allí se celebró y todo salió estupendo, pero qué mal lo pasamos. La verdad es que yo tampoco soy capaz de dejar a nadie fuera y acabo reservando a más gente de la cuenta, pero al menos lo apunto”, bromea.

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