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“Hacer el payaso en zonas de conflicto me hace muy feliz, pero no es guay”

La maga en el centro de la imagen junto a varios compañeros.  // Lola Mento

La maga en el centro de la imagen junto a varios compañeros. // Lola Mento

Lola Mento nos cuenta su experiencia como voluntaria de Payasos sin Frontera tras su último viaje a Marruecos

12 Dec 2024 - 08:59 // Charry TV Noticias

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Rodeada de menores en Colombia.  // Lola Mento.
Rodeada de menores en Colombia. // Lola Mento.

Una de sus intervenciones en África.  // Lola Mento.
Una de sus intervenciones en África. // Lola Mento.

Han actuado en multitud de aldeas y poblados en el continente africano.  // CharryTV
Han actuado en multitud de aldeas y poblados en el continente africano. // CharryTV

En sus shows suelen sacar a bailar a los asistentes.  // CharryTV
En sus shows suelen sacar a bailar a los asistentes. // CharryTV

Sus viajes le han permitido conocer realidades muy duras y crueles, especialmente para las muejres.  // CharryTV
Sus viajes le han permitido conocer realidades muy duras y crueles, especialmente para las muejres. // CharryTV

Ha actuado en Etiopía, Costa de Marfil, Sierra Leona, Palestina, Líbano, Indonesia, Serbia y Nicaragua, entre otros lugares.  // Lola Mento.
Ha actuado en Etiopía, Costa de Marfil, Sierra Leona, Palestina, Líbano, Indonesia, Serbia y Nicaragua, entre otros lugares. // Lola Mento.

Paloma González

Lola Mento ha pasado por el plató de Canal Charry TV para contarnos su experiencia como voluntaria de Payasos Sin Frontera. Lleva colaborando con esta ONG española desde hace más de una década y ha actuado en multitud de países en situación de conflicto y campos de refugiados de todo el mundo, especialmente en el continente africano, en Oriente Medio y en América del Sur.

Su última expedición ha sido a Marruecos, donde ha realizado un tour durante dos semanas junto a cuatro compañeros realizando varios espectáculos al día. Su objetivo: dar apoyo emocional y hacer reír a los niños para transmitirles un poco de felicidad.

La maga y actriz afincada en Ronda asegura que estas experiencias suelen ser maravillosas y horribles a la vez. “Es muy gratificante y satisfactorio a nivel personal. A mí me encanta y me hace súper feliz, pero no es guay. Para nada. Es durísimo por diferentes motivos”, afirma.

Explica que el primero de ellos es la propia realidad de estas personas: “Mucha gente piensa que los refugiados lo han sido toda su vida y hay historias terribles detrás de cada familia. Hay gente muy diversa, de muchas edades y condiciones sociales diferentes que de un día para otro se ven obligados a migrar. Y ese dolor se ve, está ahí”.

En segundo lugar, las infraestructuras. “Que nadie piense nos alojamos en grandes hoteles. Yo he dormido con cucarachas en la cama. Recuerdo, por ejemplo, una expedición, a una aldea de Colombia que fue nos tuvieron que llevar las mochilas en caballos y subir una montaña caminando durante cinco horas”.

Existe otra barrera importante que es la cultural y la del idioma. “Tenemos que hacer espectáculos con lenguajes inventados, en los que se entienda el mensaje sin ofender a nadie, claro. Nosotros nunca juzgamos las tradiciones. Eso sí, para las payasas en muchas ocasiones no es fácil porque suelen ser sociedades muy machistas. Pero en clave de humor, conseguimos pequeñas cosas”.

Pone de ejemplo, una sala en la que los niños estaban sentados y las niñas se tenían que quedar de pie al fondo. A través del juego, consiguieron invertir el orden y hacer que ellos les cedieran sus asientos.

Otro momento complicado es el de los cacheos y los interrogatorios. “No siempre pasa, pero hay lugares en los que nos quieren que estés porque no les interesa y hacen estas cosas para que se te quiten las ganas de volver”.

Además, asegura que hay que ser una persona generosa y resiliente pues tienes que trabajar y convivir con otros payasos a los que, quizá, ni conocemos personalmente o con los que apenas has coincidido.

No obstante, insiste que colaborar con la entidad merece la pena, aunque nunca conseguirá acostumbrarse:

“Hasta hace un par de años, mi rutina al volver a casa era encerrarme y llorar durante horas para soltar todo lo que tenía dentro. Ahora creo que lo llevo de una forma más inteligente y porque he aprendido a desahogarme allí. Utilizar el momento de la ducha para llorar y soltar. Así que sufro igual, pero de otra manera”.

Aunque suele realizar varios voluntariados al año, de momento no tiene nueva fecha para partir hasta otra zona conflictiva. Eso sí, tiene muy claro que seguirá formando parte de Payasos Sin fronteras y que no dudará en coger las maletas cuando sea necesario. 

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