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“Por muchas imágenes que veáis, no os podéis hacer una idea. Esto es muy fuerte”

Estado actual de la calle en la que vive Ani.  // CharryTV

Estado actual de la calle en la que vive Ani. // CharryTV

Dos vecinos de Catarroja, el rondeño Chelu Cid y la benaojana Ani Amaya, nos cuentan cómo es la situación en una de las zonas más perjudicadas por la DANA en Valencia

04 Nov 2024 - 12:35 // Charry TV Noticias

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Sigue habiendo coches y materiales apilados en todas las calles de la localidad. // CharryTV
Sigue habiendo coches y materiales apilados en todas las calles de la localidad. // CharryTV

Paloma González

Casi una semana después de la catástrofe, los vecinos de las poblaciones afectadas por la DANA en el Comunidad Valenciana siguen achicando agua, limpiando barro y recuperándose emocionalmente de una de las mayores catástrofes naturales del país en las últimas décadas.

Catarroja es una localidad de unos 29.000 habitantes, ubicada a unos 8 kilómetros de la ciudad de Valencia, y unas de las más castigadas por la riada. En ella viven dos serranos que nos han contado cómo vivieron la inundación en la tarde del 29 de octubre:

Por un lado, el rondeño Chelu Cid se encontraba en casa con sus dos hijos de cinco y diez años. Ellos viven en una primera planta y desde allí presenciaron el horror.

“Mi mujer estaba trabajando y se quedó en casa de una amiga. Mis hijos estaban aterrados, sobre todo el pequeño. El agua llegaba casi al balcón. Además, tuvo que rescatar a un amigo que estaba en la calle, a unos 50 metros de casa. Tenía el agua a la altura del cuello. Fue impresionante”.

Ana Amaya es de Benaoján, pero lleva más de 40 años en esta región. También vive en la primera planta de un edificio. Tanto ella como su marido se encontraban a casa, pero también tuvieron que rescatar a unas vecinas con un niño pequeños que se encontraban en uno de los bajos.

“Mi yerno se salvó por los pelos y mis cuñados de milagro, porque ellos viven en un bajo, pero les pilló en la calle. Una amiga los vio y los obligó a subir a su piso antes de que llegara el agua. Su intención era volver a casa. Si hubiesen estado allí, no lo cuentan porque todos, absolutamente todos los bajos se han inundado”.

Ambos no han sufrido daños materiales importantes a excepción de los vehículos ni han tenido que lamentar el fallecimiento de familiares directos, pero aseguran que la situación es dramática porque son muchísimas las familias que lo han perdido todo.

“Los primeros días fueron muy duros. Sentíamos miedo, rabia e impotencia. Desde entonces no hemos parado de trabajar, limpiando y sacando cosas de muchísimas casas, todo destruido. El agua alcanzó unos dos metros de altura en una plaza bastante amplia en la que llegamos a contabilizar hasta mil coches apilados. Los toboganes del parque infantil tampoco se veían. Por muchas imágenes que veáis en televisión, no os podéis hacer una idea”, afirma el rondeño.

“Los garajes han sido una ratonera, una trampa mortal. Esto es para vivirlo”, añade Ani. La benaojana no entiende por qué las autoridades no tomaron medidas preventivas con más antelación:

“Los de aquí sabemos que esta zona es inundable. Por eso, cuando se han previsto tormentas fuertes, el Ayuntamiento ha enviando un bando informando con antelación. En estos casos, la gente suele dejar sus coches en una zona alta a la que llamamos Santa Ana y los que viven en los bajos se preparan y van a casa de un familiar o lo que sea. Pero es que esta vez nadie ha dicho nada. Y lo sabían. Porque sabían que algo gordo iba a pasar”.

Entre tanta indignación, estos vecinos no han perdido la esperanza gracias, entre otras cosas, a la oleada de solidaridad, tanto de los valencianos como del resto de ciudadanos del país.

“A mí me emociona la cantidad de gente joven que ha venido a ayudar. Aunque están racionando la comida y todas las donaciones, no estamos pasando hambre y es de agradecer”, señala Ani.

“Aquí no llegó nadie hasta el tercer día. Estábamos desamparados y sigue habiendo mucha gente, sobre todo personas mayores atrapadas en sus viviendas porque hay coches y materiales que les tapan las puertas. Por eso decidimos coordinarnos los propios vecinos de Catarroja, con ayuda de los vecinos de Sueca y Albal”, explica Cid.

En este sentido, resalta que las necesidades alimentarias y de agua están cubiertas, pero necesitan productos de limpieza, higiénicos, mascarillas, herramientas para poder quitar el barro, botas de agua y ropa impermeables:

“Yo, personalmente, ya he destrozado dos botas de agua porque hay tanto fango que no se puede pasar. La ropa tampoco se puede lavar. Es de usar y tirar”.

Aunque creen que las autoridades están actuando tarde y mal, tienen la esperanza de que poco a poco vaya desapareciendo el barro para volver a construir desde cero la vida que tanto esfuerzo les ha costado. No obstante, temen las posibles enfermedades que puedan aparecer y las secuelas psicológicas.

“Ahora somos la prioridad y todo el mundo está volcado, ¿pero cuánto tiempo tardarán en olvidarnos?”, se pregunta Ani.

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