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Paquita Parra y Anita Calle narran cómo vivieron la riada de 1949

Fotografía de una de las calles principales del municipio montejaqueño tras la tormenta.  // CharryTV

Fotografía de una de las calles principales del municipio montejaqueño tras la tormenta. // CharryTV

Fueron testigos de la fuerte tormenta y de los daños que provocó en Benaoján y Montejaque, donde murieron una decena de personas hace 75 años

22 Oct 2024 - 09:09 // Charry TV Noticias

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75 años de la riada en Montejaque y Benaoján // CharryTV

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El agua derribó más de un centenar de casas. // CharryTV
El agua derribó más de un centenar de casas. // CharryTV

Plaza de Benaoján tras la riada.  // CharryTV
Plaza de Benaoján tras la riada. // CharryTV

Paquita tenía seis años entonces y su familia lo perdió todo.  // CharryTV
Paquita tenía seis años entonces y su familia lo perdió todo. // CharryTV

La calle de Paquita se convirtió en una rio de agua y barro que inundó todo el vecindario.  // CharryTV
La calle de Paquita se convirtió en una rio de agua y barro que inundó todo el vecindario. // CharryTV

Paloma González

Un 27 de septiembre de 1949, una fuerte tormenta provocó una de las mayores catástrofes naturales en la historia reciente de los municipios de Benaoján y Montejaque. La lluvia de aquel día provocó una riada que destrozó más de 60 casas en Benaoján, donde una vecina de la estación, esposa del factor y hermana del cura, perdió la vida.

No obstante, Montejaque se llevó la peor parte. Aquí, 123 familias se quedaron sin hogar y nueve personas murieron durante la catástrofe, siendo siete de una misma familia.

Francisca Parra, más conocida en Benaoján como Paquita la de la Inés, asegura recordar aquel día con absoluta claridad. “Aquello fue tan grande, que no se me olvidará nunca. Lo pasé muy mal, tanto en la riada como después porque nos quedamos sin nada”.

Ella tenía seis años, iba a cumplir siete en octubre y se encontraba con sus hermanas en su vivienda:

“Estaba sentada junto a la mesa camilla con mi hermana Elena. Mi padre estaba trabajando en el campo y mi madre en una fábrica de la estación. Mi hermana es mayor, tenía casi 15, pero le daban mucho miedo los truenos y cuando empezó a llover quiso meterse en la cama. Justo pasaba por allí la mujer de mi tío y le dijo que no, que mejor nos fuésemos a la casa de su madre, Catalina la poca ropa, que vivía un poco más abajo”.

Así, las niñas acompañaron a su tía y se subieron a la segunda planta. Desde allí, Paquita pudo observar todo lo que aconteció minutos después:

“Fueron dos horas interminables. Sé que era en el medio día, pero no recuerdo la hora exacta. Nos asomamos por la ventana y vimos pasar burros, cabras, ovejas, gallinas, muebles y todo lo que te puedas imaginar”.

Paquita destaca que en esa misma calle ocurrió un milagro: “Mariquita tenía una hija guapísima que era muda, Isabel, que estaba acostada en la segunda planta de su casa, lo que llamábamos la cámara. El agua entró, y lo destrozó todo. Hasta las patas de la cama se hundieron en el techo y las escaleras se derrumbaron. Sin embargo, cuando los hombres pudieron subir, se la encontraron sana y salva con sus manitas en el pecho sentada en una tabla de madera”.

También su casa quedó destrozada. “A mi madre le sangraban las manos de escarbar porque creía que estábamos dentro. Cuando nos vio con mi tía le parecía mentira. Lo habíamos perdido todo, todo. No nos quedó nada. Pero era ella decía que lo más importante es que estábamos vivas”, recuerda.

Anita Calle tenía 17 años entonces. A su avanzada edad, recuerda con total claridad aquel día. “Cuando empezó a llover tan fuerte, mi madre tuvo la idea de subir a la planta de arriba. Si nos quedamos abajo, nos ahogamos”.

Su vivienda no se derrumbó, pero su tía, que vivía en la misma calle, no tuvo tanta suerte. “Se salvaron porque mi tío era albañil y les dijo que se colocasen en el hueco de una ventana. Eso fue lo que les salvó la vida, pero al agua le faltaban dos dedos para llegar al techo. Fíjate que su mesa pasó por la calle hasta con el hule puesto”.

Anita también nos cuenta cómo lo vivió su padre, Juan: “Él estaba en la campiña y un hombre le dijo que el nublado que había encima de Montejaque, no lo he visto en mi vida, así que fue corriendo en busca de un destacamento de la Guardia Civil para preguntarles y quedarse más tranquilo. Por el camino otro hombre de aquí le dijo que la casa de su hermana se había caído y que la calle era un río. Mi padre se vino volando porque se temía lo peor”.

Esta vecina considera que la catástrofe de Montejaque se debió, en parte, al tapón que se originó en la parte alta del municipio: “una piedra tapó un caño que entra por los bancales y se hizo un pantano. Las casas no pudieron resistir esa presión del agua y se cayeron”.

En cualquier caso, las dos coinciden en que ni antes ni después de aquel día han vuelto a ver una lluvia igual: “Aquello era torrencial. Nunca había llovido tan fuerte. Era como si abrieras un grifo y cayesen bolas de agua”, explica Paquita. “Eran chorros de agua, como un grifo abierto”, señala Anita.

Es por ello que Paquita suele mirar al cielo en los días de fuerte lluvia y rezar a Dios para que no se vuelva a repetir: “Señor, otra vez, no; que no vuelva a vivir esto, que aún lo recuerdo y mira los años que han pasado ya”.

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